Alfafar

Con botas en el lodo y lágrimas en los ojos: la historia de un pueblo que se levanta solo

A.A. es un hombre que inspira respeto y cariño. Exmilitar del Ejército del Aire, sirvió durante trece años. Sus amigos en Zaragoza, su ciudad natal, lo describen como un hombre noble y leal, generoso, siempre dispuesto a tender la mano. Ahora, por amor, ha hecho de Alfafar su hogar, donde esta semana ha enfrentado una prueba que marcará para siempre su vida y la de sus vecinos.

Ese día comenzó como cualquier otro, con alertas de lluvias, fuertes vientos y el cielo encapotado, pero sin rastro de lluvia. A.A. cuenta cómo, al salir de trabajar, se dirigió a su casa para esperar a su pareja, pero cuando ella llegó a la estación, ya no salían trenes; eran las 19:20 aproximadamente. Sin perder tiempo, decidió ir a recogerla en coche, siempre mirando al cielo, esperando que cayera la lluvia que no llegaba.

Pero lo peor no tardó en revelarse: una llamada de su madre le alertó que Massanassa, el pueblo vecino, ya estaba anegado y que las calles comenzaban a quedar bloqueadas. Para cuando intentó regresar a casa, todo estaba cortado y Alfafar se encontraba atrapado por el agua.

La alerta en el móvil llegó tarde, demasiado tarde. A.A. y su pareja tuvieron que pasar dos días en un hotel, y aunque tenían un techo, el pensamiento de su gata, sola en casa, lo impulsó a arriesgarse.

Conducir hasta Alfafar se volvió su misión, una misión que llevaba en su corazón como un acto de amor y preocupación por su hogar.

«Hay personas aquí que tendrán que comenzar de cero»

Lo que A.A. encontró al llegar es algo que, según él, ni la televisión alcanza a transmitir. “El lodo cubría las botas, montañas de coches en cada esquina, garajes rebosando de agua; gente exhausta, sacando de sus casas lo que quedaba de sus vidas.” Se siente afortunado, ya que su hogar, un segundo piso, no sufrió los daños más severos. “He tenido suerte, pero hay personas aquí que perderán años de esfuerzo, que tendrán que comenzar de cero.”

Los contenedores de basura están desbordados, tanto que los camiones ya no pueden pasar. Las pertenencias de tantas vidas han quedado esparcidas en las aceras. El pueblo ayuda al pueblo, es un lema muy bonito, pero esto también muestra la dolorosa realidad de que el gobierno y la Comunidad Valenciana no han estado a la altura. A.A. reflexiona con tristeza que “la gente saca poesía de estas tragedias, algo a lo que aferrarse, pero aquí se ve que la clase política no está a la altura del pueblo.”

A pesar de todo, la ayuda ha llegado de la gente y de organizaciones locales, y eso, para A.A., ha sido el primer rayo de esperanza. “Gracias a las personas que se han movilizado, comenzamos a ver la luz. Pero lo que realmente necesitábamos eran profesionales y maquinaria que nos ayudaran a avanzar más rápido.” La llegada de la UME, EADA, EZAPAC y bomberos de toda España fue lo que marcó la diferencia, según él. “Es gracias a ellos que se está avanzando.”

«Espero que esto signifique un antes y un después en nuestro país»

En medio de este caos, A.A. comparte una preocupación adicional: falta material médico esencial, como heparina y medicamentos para el corazón. Es consciente de que el camino será largo y que muchos necesitarán apoyo continuado. “Espero que esto signifique un antes y un después en nuestro país, y que los políticos entiendan que no se puede seguir dejando a la gente a la deriva. No quiero que en una semana se olviden de nosotros, como ocurrió en La Palma, donde aún hay personas viviendo en contenedores.”

A.A. se despide con una imagen que, para él, representa el verdadero impacto de la tragedia. “Lo más duro ha sido ver a personas cubiertas de barro, sacando a la calle lo que queda de sus vidas. Nadie debería tener que vivir esto.

Redacción